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Manual para chalanes

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Manual para chalanes, son historias de la vida real, los nombres de los personajes han sido cambiados para no afectar su intimidad.

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  • Created: 04/03/2008 at 11:40 AM
  • Updated: 01/03/2010 at 2:23 PM
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Ji ji ji compañerito, apaga la luz.

No hay duda, la mejor época de la vida es cuando eres estudiante. Siempre acompañado de los amigos, la universidad era como nuestro segundo hogar: reíamos, llorábamos, amábamos, odiábamos y aprendíamos juntos en aquel recinto sagrado. No teníamos mayores preocupaciones que acreditar las suficientes materias para no quedar fuera de reglamento, o al menos así era como yo percibía mi vida. Ahora uno tiene mas responsabilidades, el trabajo, pagar las cuentas, que si el buró de crédito, no atrasarse en las mensualidades del auto, etc.

Pero no vale la pena tratar asuntos cotidianos y fastidiosos en este espacio, prefiero recordar aquella época donde estaba más cerca de los 20, que platicar de estos días que acaricio los 30. Mis amigos y yo no teníamos ni una arruga, el sobrepeso no era tan notorio y las parrandas podían durar durante varios días sin que la fatiga hiciera estragos en los festejos. No teníamos mucho dinero para comprar cerveza suficiente para apagar nuestras gargantas sedientas, pero nos sobraba tiempo, buen humor y mucha, pero mucha calentura.

Trabajé muchas horas en el turno nocturno en una fábrica de chocolates, la paga era muy mala, pero me desquitaba robándome mercancía para regalar a las féminas que pretendía. Al fin y al cabo conservar el trabajo no me importaba mucho, pues mis padres aún me mantenían y el dinero que ganaba lo gastaba prácticamente en bebidas alcohólicas y cigarros. Todo era diversión y libertad.

Fin del quinto semestre, hora de pedir vacaciones en mi trabajo y aventurarme al tradicional viaje de fin de semestre con mis amigos de la escuela. Sexo, mucho alcohol y rock & roll es lo que esperamos ansiosos de esta aventura en Oaxtepec. Preparo mis mejores shorts y unas gafas negras para tirar rostro en el camino. La cita es en la terminal de autobuses de Taxqueña a las 4 p.m. Que raro, el semestre pasado íbamos en el mismo viaje al menos unos siete u ocho, pero a esta cita solo llegaron un par de amigos y una compañerita. Pero no me importa, nada de lo que suceda me quitarán las ganas de beber hasta desvanecerme en delirios inducidos por el alcohol.

El viaje no fue largo pero si muy divertido, destapamos algunas botellas de vino y bebimos gustosos todos al compás de nuestras rolas favoritas “Vamos a ponernos marihuanos, y todos todos juntos, nos las vamos a tronar. Vamos con las caguamas en las manos, y todos todos jutos, nos las vamos a chupar”. Noto en mi peculiar compañera que casualmente se sentó a mi lado, un rubor originado por el recién estado etílico en el que nos sumergimos poco a poco. Al llegar al hotel hacía frío y estaba lloviendo. Muy raro que en esta parte del país el tiempo no sea favorable a los bañistas que vienen todo el año. Este clima en verdad nos sorprendió, no veníamos preparados con abrigos, así que decido abrazar a mi compañera para aliviarle el frío, cuando me percaté que sus gruesos y carnosos labios comenzaban a tornársele morados.

Por fin llegamos al cuarto, destapamos otra botella de tequila para calmar el frío y la temblorina que se ha apoderado de nuestros cuerpos. Repentinamente mi compañera vuelve a pegar su delgado cuerpo junto al mío: es agradable sentir calor humano en estas condiciones climáticas. Todos comenzamos a charlar y a reír como era nuestra costumbre. Una larga noche nos esperaba llena de carcajadas y buenas ocurrencias. Pero antes de continuar, mis compañeros deciden salir a recorrer el hotel, ahora que dejó de llover. Yo no decido acompañarlos por que no quiero tropezar en los jardines del hotel debido a los mareos que provoca el alcohol en mi sangre.

- Ya se me quitó el frío compañerito. - me dijo mi amiga una vez que estuvimos solos.
- A mi también, pero es agradable rodearte con mis brazos. – Fueron las palabras que mis labios escupieron sin pensar.
- Ji ji ji compañerito, apaga la luz.

Ella se sonrojó mas, yo no podía creer lo que nos habíamos dicho. Tanta audacia en mi no es normal. De pronto toda mi atención se tornó en sus suaves y voluminosos labios. Ella se dió cuenta que me tenía embrujado y estuvimos algunos segundos apenados en silencio, hasta que el chasquido producido por un dulce y apasionado beso rompió la calma en el cuarto. Fue un momento cálido y mágico. Mi piel comenzó a tornarse chinita y hasta la borrachera se me bajó. Comencé a acariciar su cuello con mis manos, nos pusimos de pie y ella se aferró a mi cintura. La temperatura iba en aumento, podía sentir como sus pulsos cardiacos se aceleraban y su respiración se agitaba. Nuestras lenguas se entrelazaban como dos amantes que se abrazan con tal ansiedad que se vuelven uno mismo. El sudor comenzó a brotar de nuestros sensuales y ardientes cuerpos. De pronto ella me sorprendió: dio un paso atrás para quitarme la camisa y posó sus manos sobre mi nuca, acercándome nuevamente a ella para restregar sus senos en mi pecho. Mi sangre comenzó a hervir, unas incontrolables ganas de tocarla me invadieron, pero ella nuevamente tomó la delantera: comenzó a bajar su mano derecha lentamente por toda mi espalda con una delicadeza inigualable, tropezando en su camino con algunos de mis barros que explotaban al contacto hasta toquetear mis glúteos. Quería poseerla. Ella usaba una pequeñita, ajustada y escotada blusa que con el sudor y sin ropa interior dejaba poco a la imaginación. Erotizado por la imagen de su torso, comencé a mordisquear sus pezones duros sobre su delgada y sudada blusa, ¡Dios mío que senos! Nunca había sentido unos pechos así... tan escasos. Podía sentir sus costillas al acariciar sus pezones rígidos y excitados. Poco a poco, los besos que alguna vez fueron tiernos y apasionados se convirtieron en salvajes y lujurientos. Sentía como un animal crecía en mi, listo para saciar los mas bajos y cochinos instintos. Al ver su mirada maliciosa, supe inmediatamente que ella sentía la misma ansiedad, y lo confirmé cuando sentí su mano en mi entrepierna.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas de placer. Mi vientre comenzó a moverse al compás de sus masajes carnales. Mientras ella se divertía besándome y tratando de encontrar mis genitales, yo me deleitaba acariciando los finos y largos bellos de sus tristemente y mal logrados glúteos. Nuestros cuerpos comenzaron a danzar al ritmo de la música del pecado, bruscamente despojé a mi compañera de sus pantalones, que aunque intentaban estar ajustados, sus carnes mal nutridas no permitían tal cosa. Ahora si pude recorrer sus piernas con mi hambrienta y caliente lengua. Nuestras manos se confundían con la piel más íntima de nuestros cuerpos, no sabíamos donde comenzaba uno y terminaba el otro. Aún cierro los ojos y recuerdo su pequeña tanga, sensual y diminuta, tan diminuta que por los lados se salían los bellos púbicos cual selva amazónica inexplorada. Aquello era una explosión de deseos. Quería volverla loca de placer, que me recordara para siempre como su mejor amante. Yo me sentía como un lobo hambriento que babea y pelea por un trozo de carne.

Besaba sus senos, mientras con mis dedos jugueteaba entrando en ella. Lentamente me fui bajando, dejando un fino camino de saliva por todo su vientre hasta llegar al punto en que ella empezó a gemir tan fuerte que estaba seguro que nuestros vecinos de cuarto estarían tocándose al escuchar la sinfónica pasional que mi compañera orquestaba. Me tomó fuertemente de las orejas mientras mi lengua jugueteaba con su clítoris como un lindo gatito juega con su bola de estambre. Ella no aguantó más y se vino, se vino tan fuerte como nunca se había venido, gritó y gritó, al grado de ensordecerme por algunos instantes. Una lluvia de fluidos femeninos inundó mi boca, saciando la sed de sexo que dominaba mis instintos.

El verla revolcar me hizo calentarme aún más. Ahora quería penetrarla. Quería tomarla de los hombros y poseerla como lo hacen los perros, en la misma posición pero jadeando y babeándola aún más, quería que ella sintiera mis siete centímetros de virilidad atravesando toda su alma sin descanso y sin piedad. Pero repentinamente ella se disculpó y se dirigió al rápidamente al baño. Pude escuchar como vomitaba a través de la puerta. Pensé que todo había terminado y me puse mi playera, pues el tequila estaba haciendo estragos en su estómago. Después de algunos segundos ella salió del baño y pude deleitar mi pupila al contemplar su completa desnudes, que aunque no era muy bella ni estética ni femenina, a mi me bastaba para desearla con pasión. Al ver su cara de felicidad supe que era mi turno de tener un orgasmo, y lo confirmé cuando de su boca (aún con residuos de la comida que acababa de vomitar) salieron las palabras: “Ji ji ji compañerito, me toca devolverte el favor”.

Entendí que no iba a poder penetrarla en ese instante pues ninguno de los dos estábamos preparados con protección para poder copular tranquilamente, así que tuve que conformarme con la idea de que mi orgasmo sería vía “oral”, igual que el de ella. No me preocupé mucho, pues teníamos todo el fin de semana para comprar condones y así terminar lo que habíamos comenzado en esa loca noche de luna llena.

Perdí el control, se me vino a la cabeza la idea de que ella me defecara encima, quería llenar mi cuerpo de cualquier secreción que ella pudiera brindarme. Deseaba enfermamente asfixiarme con su orina en mi boca. Estuve tentado a pedírselo pero mi sentido común que me dictaba no hacerlo me detuvo, pues era demasiado pronto para tan atrevida y pervertida petición.

Ella caminó lentamente hacia mí, se recostó en la cama y me quedé paralizado, comenzó a besarme las rodillas, jadeante y cachonda, fue subiendo con suavidad. Un hormigueo se apoderó de mi vientre. Comenzó a besarme con delicadeza mi miembro, y poco a poco le fue perdiendo el asco, hasta que yo sentía su boca rodear por completo mi pene, humedeciéndolo cálidamente como lo hacen las olas del mar a la playa... una hola tras otra. Mientras la sujetaba con fuerza del cabello, mi mente se quedó en blanco. Las olas comenzaron a arreciar. Mi corazón se detuvo por un momento, era el momento que estaba esperando toda la noche, sentí como si un flash me deslumbrara la mirada. En efecto, eran mis dos compañeros que habían regresado de su paseo por el hotel, y al escuchar los gritos que emanaba nuestra habitación decidieron regresar con la cámara fotográfica preparada para sorprendernos infraganti.

Mi compañera sexual se dio cuenta antes que yo de que abrían la puerta de la habitación y alcanzó a taparse con las sabanas húmedas de la cama gritando “ji ji ji compañeritos”. No siendo mi suerte tan distinta, alcancé a tapar mis pequeñas partes íntimas con una toalla, y fui extorsionado por mis compañeros: ellos guardarían el secreto que almacenaba la cámara fotográfica por 5 años si yo les invitaba la cena esa noche... tremendos tragones me quedé sin dinero y el plazo al día de hoy se ha vencido.

By Ezze Osbourne.

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#Posted on Friday, 21 November 2008 at 1:04 PM

Historia de un chalán en el Cervantino.

Han pasado ya algunos años desde aquella NOCHE de la que poco se recuerda. Mis amigos se han recuperado de tan grande trauma, y esta vez, queremos dejar todo en el pasado, por eso nos fuimos a conseguir mujeres a un antro al cervantino. Desde nuestra llegada nos percatamos de la presencia de bastantes mujeres en el lugar, pero solo las veíamos pasar y seguíamos con mirada frenética el movimiento de cada una de las féminas que nosotros considerábamos hermosas, moverse al compás de diferentes ritmos era nuestro implacable vicio. Ninguno de nosotros se atrevía a moverse del lugar, o pretender por lo menos, acercarse a alguna de ellas, aunque había un sin numero de “putiadas”. Pasaban las horas y pedimos un cartón de cervezas, a los pocos minutos una hermosa mesera nos lo llevó a nuestra mesa. Ya con botellas en mano, y después de unos cuantos "saluds" empezamos a movernos, intentando seguir el ritmo de la música, pero eran movimientos torpes y sin estilo. El ansia de tomar la iniciativa para conseguir una pareja nos inundó, ahora con el alcohol corriendo por la sangre, y con la desinhibición a tope, cada quien iniciaba la búsqueda de su cada cual en aquel ambiente de sudor, alcohol, humo, risas y baile.

Mi atención se queda absorta en una mujer de talla alta, que se mueve con una sensualidad que desborda a cántaros por los poros. El reflejo de las luces del lugar acentúan más el rubio de sus cabellos, su piel clara roba mis deseos mas impuros. Mi mente adormecida empieza a recrear paraísos imaginarios en compañía de aquella mujer. El grito de otro "salud", me vuelve a la realidad. Aun no termino de degustar el último trago de aquella bebida obscura que me recuerda el color de mi timidez. Antes de colocar la botella en la mesa, uno de nosotros se levanta musitando algunas palabras sin sentido, se escabulle entre la gente para después perderse de mi vista. Vuelvo a caer en la realidad, la timidez ha vencido a la desinhibición temporal que me produjo esta primera cerveza, así que decido quedarme en este lugar a esperar a que este mal, por llamarlo así, decida deshabitarme.

Destapo otra cerveza mientras me pregunto que ideas pasarán por la mente de mis camaradas, que parecen aburrirse en la mesa y cuyos gestos muestran las ganas por levantarse e ir en busca de una compañía. Comparto esa idea, pero al igual que yo, se resignan a su realidad y deciden permanecer en el mismo lugar. Al instante vemos descender dentro de aquel abismo multicolor y rítmico a un par de mujeres, que no son tan hermosas como la rubia que permanece bailando sensualmente a unos metros de mí y cuya figura corporal ni siquiera es mínimamente comparable.

Mas sin embargo esta idea no es compartida por mis amigos, ya que uno decide abordarlas y ofrecerles un trago. Percibo que ellas asisten con la cabeza todas las proposiciones que éste les hace. Ya en nuestra mesa y despues de unos tragos de alcohol, empiezan a moverse al ritmo de la música invitándonos a que alguno decida acompañarlas. Mi compañero de al lado se levanta y trata de imitar sus movimientos, ahora yo, contagiado, con más alcohol en la sangre y con la mente adormecida, le sigo el paso y empiezo a moverme arrítmicamente. Posado detrás de ella, siento su ensanchada espalda y sus prominentes caderas. Pegándose a mí, decido tomarla de la cintura y seguir el meneo de su cuerpo. Sus posaderas me hacen olvidar a la rubia.

Mis camaradas, que aun seguían en la mesa bebiendo, resuelven imitarnos y se levantan para consentir a la solitaria mujer, sus movimientos son más torpes que los nuestros pero ahora nada de eso importa. Al transcurrir dos o tres canciones, se desata una disputa entre nosotros por ver quien se quedará con la compañía de alguna de estas mujeres. Decido inmediatamente retirar mis intenciones y continuar mitigando mi fastidio con otra cerveza.

Después de haberme perdido unos instantes en pensamientos sin sentido, me viene el recuerdo de la ausencia de mi amigo, que hace una hora había decidido dejarnos y emprender la búsqueda de una compañera. Levantado de mi asiento lo busco entre la muchedumbre, al no encontrarlo resuelvo ir en su búsqueda un tanto preocupado de que se haya metido en algún lío por su necedad de conseguir una mujer con quien divertirse.

Después de varios minutos de merodear todo el lugar, lo encuentro apartado en una esquina cerca del DJ sosteniendo una cerveza. Me sorprendo al verlo acompañado de una mujer bastante antiestética, eso si, rubia, pero con una figura completamente informe, la mirada torcida de aquella chica me hacía imposible reconocer si me veía a la cara u observaba indistintamente al DJ del lugar. Mi amigo la tenía tomada de la cintura, susurrándole palabras al oído y de vez en cuando dándole uno que otro beso en el cuello. Ella parecía feliz por la compañía de este desdichado y le correspondía sus caricias con movimientos sensuales. Con paso titubeante me acerco a la pareja y a tan solo unos metros, mi amigo logra reconocerme, suelta a su dama y me grita con voz entrecortada pero con gran júbilo, que por fin había encontrado a la mujer de sus sueños y que había quedado rendido a sus pies debido a su cautivadora y dulce mirada.

Su felicidad me embarga y decido no persuadirle que su acompañante no es para nada la más agraciada del lugar. Ella sin perder el ritmo de la música se presenta, "un nombre tal", que no recuerdo. Su cercanía me deja percibir un olor peculiar que expide de su cuerpo, después de algunos minutos de reflexión, termino por determinar el parecido de aquel aroma, resuelvo que se compara exóticamente con el olor de "queso de rancho". Mi amigo vuelve a tomarla de la cintura y la reclama como su más valiosa propiedad.

Después de cruzar unas cuantas palabras con esta mujer, ella interrumpe gritándole al DJ: "Pongan la de árboles de la barranca". Ante la insistencia, el DJ hartado por aquella voz disonante, voltea y con una seña se niega a cambiar de ritmo. Ella se resigna y continúa bailando con las manos de mi amigo en la cintura.

Me retiro de la escena y regreso a la mesa por otra bebida, al llegar veo que aquel par de mujeres que minutos antes nos seducian con su baile, han terminado con la cervezas. Viendo que nuestro presupuesto no alcanzaba para comprar otro “cartón”, ellas deciden abandonarnos y salir del lugar para ir en busca de otro “antro” y de otros "faltos de actitud" que les inviten más cervezas a cambio de unos minutos de compañía y falso placer.

Al contarle a otro de mis compañeros sobre la conquista que ha conseguido nuestro amigo perdido, decide ir a encontrarlo contagiado por ese ímpetu que te genera el exceso de alcohol y dispuesto a correr con la misma suerte. Yo por el contrario le pido al mesero un par de cervezas mas, las bebo sin reparar en encontrar una hembra y resignándome a permanecer como siempre; solo en la mesa acompañado de botellas vacías como mi existencia.

Decido retirarme del lugar no sin antes comunicárselo a mis apartados amigos. Encuentro a ambos rápidamente, al primero en la misma postura que hace unos minutos; acariciándole la cintura a su musa de esperpento estilo, y al otro bailándole de una manera sensual y ridícula a una mujer de endriago porte que se encontraba sentada en una silla. Al ver esa escena aumentan mis ganas de devolver todo lo bebido, así que apresuro mi huida.

Una vez estando en la habitación del hotel, le dí un par de tragos a mi cerveza enlatada antes de dormir. Al amanecer, caí en la preocupación por mis amigos, salté de la cama y los fui a buscar a su habitación. Al entrar, divertida escena que se mostraba en el lecho del lugar; mis dos amigos abrazados con sus cuerpos desnudos, cobijados en parte por una sabana blanca, compartiendo muy de cerca su aliento y respiración, botellas vacías adornaban la alfombra del lugar, la mano de uno de ellos acariciaba la cintura del otro y aquél mostraba una sonrisa de placer y felicidad en su rostro que aún recuerdo cada vez que lo veo. Parece que el estigma homosexual persigue a mi amigo, pero no ha pasado un solo día sin que mi camarada no recuerde la dulce mirada de su acompañante, aquella mujer que al parecer le robó la virginidad. Sin duda fue contundente haber experimentado por primera vez la compañía de una mujer. Al preguntarme lo que puedo haber sucedido horas antes, me hace recaer en aquella frase que leí por ahí en algún libro que dice tal cual como sigue: "Sin duda alguna es una pregunta de difícil contestación, pero no superior a toda conjetura". Eso es todo y nada más.

By: Abdjim Morrison
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#Posted on Thursday, 06 November 2008 at 8:51 PM

Edited on Friday, 07 November 2008 at 1:12 PM

Mi árbol y yo

“Mi madre y yo lo plantamos, en el límite del patio, donde termina la casa. Fue mi padre quien lo trajo, yo tenia cinco años, y el apenas una rama”.

Suena aquella canción que casualmente dicta la historia del pino que plantamos en el patio trasero de mi casa. A veces pienso en salir adelante al igual que mi árbol que ha crecido tanto, dejar de ser un simple “perro” de la vida, quiero decirle “¡ya basta!” a las personas que día a día pisotean mi autoestima, estoy cansado de lidiar con imbéciles con complejo de inferioridad disfrazado de superioridad que creen que nacieron con el derecho de joder a toda la gente que se les ponga enfrente.

Todavía recuerdo mis años en la secundaria, cuando tuve a mi única novia, el pitorreo y la carrilla era de todos contra todos, pero en estos últimos meses, ya estudiando en la universidad, el ambiente se ha vuelto denso para mí. Es como si todos mis amigos se unieran para concursar ver quien es el desgraciado que me molesta más, algunos días ganan unos, otros simplemente se ríen tanto de mí, que olvidan designar al ganador, y celebran con carcajadas mis peripecias a lo largo de día.

En casa las cosas no son muy diferentes, escucho a mis padres pelear a través de las delgadas paredes, culpándose el uno al otro por mi mala educación desembocada en mis malas calificaciones escolares. “Yo ni quería tenerlo, pero tu insististe”, “Si te hubieras puesto un condón, idiota”, “Si no hubieras bebido tanto pulque durante tu embarazo”, “Maldito drogadicto”, “Si no le dieras tanto dinero para irse a la escuela no estaría tan consentido”, esos son solo algunos de los reclamos que disipan a través de los gritos retumbantes en las paredes de mi recámara, penetrando en mi oídos, y haciéndome sentir un hijo no deseado. Tal vez el mundo estaría mejor si yo nunca hubiera nacido. Creo que en algún punto en el tiempo, ellos se dieron cuenta que yo sentía su rechazo, se sintieron culpables, y decidieron compensarme dándome mucho dinero. Hasta me alcanzó para comprarme mi gorra y mi playera de las chivas.

Hasta hace una semana pensaba que el contar con tanto dinero en el bolsillo me daría cierto estatus social en el salón de clases y frenaría un poco los insultos y burlas hacia mi persona. Todo empezó en una calurosa tarde de miércoles de primavera, cuando un profesor me castigó por estar ladrando en su clase, por lo que me sentenció a llevar pizzas para el resto de los compañeros el día viernes junto con otros seis compañeros de clases que al igual que yo, estaban haciendo ruido cuando no debían. Cuando el profesor se retiró del salón y esperábamos la llegada de la profesora que impartiría la siguiente clase, mis amigos aprovecharon el tiempo muerto para mofarse de lo caro que me saldría comprar pizzas para todo el salón. En ese instante pensé que esa era la gran oportunidad de mostrar a mis compañeras cuán pudiente era, así que arremetí contra sus burlas: “A mí, mi mamá me da cincuenta pesos M.N. diarios”. Grave error, el resto de la semana no pararon de burlarse de mi ocurrencia.

Pensé que la situación no podría empeorar, pero el jueves, en la misma clase, estábamos resolviendo algunos ejercicios de ingeniería en el pizarrón, yo no sabía mucho de esa clase pues me la pasaba todo el día en las canchas de fútbol echando la cascarita. El profesor parecía disfrutar nuestro sufrimiento al elegir a su siguiente victima para pasar al pizarrón. Pasó su mirada sobre todos nosotros, yo estaba muy inquieto, las manos me sudaban y el corazón parecía que se me saldría del pecho. Iba muy mal en esa materia, si me pasaba al frente y resolvía correctamente el problema, me subiría un punto sobre la calificación final de ese bimestre, pero si fallaba, me bajaría dos puntos. Yo prefería nunca pasar al pizarrón, para no afectar mi calificación en caso de cometer algún error. Finalmente la mirada del profesor se detuvo sobre mi persona, “A ver Ñeric, pasa a resolver este problema”. Todo el salón estalló en risas, pues no era común que un profesor nos llamara por nuestro apodo. La sangre me hervía, un nudo en la garganta se apoderó de mi voz, las piernas me temblaban, parecían la frágil estructura de un castillo de naipes que con el mas mínimo suspiro se derrumbaría. “Esto no puede seguir así” me dije para mis adentros, es momento de demostrar que no soy un inútil, les demostraré a todos, maestro y compañeros, que puedo resolver este problema, así les callaré la boca.

Una nueva fuerza de apoderaba de mi, un nuevo Eric había nacido, me sentía mas fuerte que nunca, mis piernas se fortalecieron y mi sudor empezó a desaparecer. Una ráfaga de seguridad inundó mi corazón, sonreí, respiré hondo, me concentré y miré fijamente al pizarrón. Al empezar a analizar el problema, me percaté de una cosa: no sabía absolutamente nada. Así que me quedé ahí parado, sin poder articular alguna palabra, mis piernas volvieron a temblar, me convertí inmediatamente en un manojo de nervios. El profesor al percatarse de mi absoluto inmovilidad no perdió la oportunidad para volver a humillarme, comenzó a chiflar como si estuviera en una sala de cine apurando al cacaro a rodar la cinta. Nuevamente el salón estalló en risas, y mi punto menos se hizo presente en mi calificación.

Por fin el viernes, la cita con las pizzas había llegado, toda la clase acordó en que los castigados fuéramos a la mitad de la clase a la plaza comercial que esta enfrente de la escuela a comprar las pizzas, para que éstas no se enfriaran si las llevábamos desde temprano. Cuando el profesor estaba coordinando las votaciones para acordar de que sabor compraríamos las pizzas, ocurrió algo sumamente gracioso. Muchos votaron por que se compraran pizzas Hawaianas, pero el profe, al querer escribir esta palabra en el pizarrón para posteriormente contar los votos, no pudo hacerlo, y escribió “pizza Hawaina”. Todos empezamos a reír, se dio cuenta de su error e intentó corregir, pero en balde, sus intentos posteriores también fallaron a causa de los nervios que le provocaban nuestras risas, a lo que dejó escrito “Una pizza de Hawai”. Que tarde tan graciosa, aquel incidente me ayudó un poco, pues por primera vez en mucho tiempo las burlas no eran hacia mí, ahora sí podría burlarme yo de alguien mas, dulce venganza.

Al finalizar las clases, me dirigía caminando a la estación del metro con mis amigos, iban algo callados, estaban cansados de reír, pues en el receso de clases, mientras jugábamos fútbol en las canchas de la escuela, se burlaron de las indicaciones futbolísticas que le hacía a mi equipo “¡Hagan el movimiento!” tachándome de ñero. No es mi culpa, así hablan todos en mi colonia: “¡Súbale hay lugares!”. Pero bueno, les decía, quise aprovechar ese silencio q reinaba en el grupo de amigos causado por el cansancio, así que decidí burlarme nuevamente de la brutada que había hecho el profesor con su “pizza de Hawai”, así que comencé recordándoles lo idiota que se había visto, pero el líder de nuestro grupo, el mas alto, bragado, inteligente, apuesto y fuerte de todos nosotros, solo me respondió con un “ya cállate”. Todos empezaron a reír por la humillación que había recibido, por lo que solo me obstiné a seguir caminando con la cola entre las patas el resto del camino en silencio.

Cuando ya casi llegábamos al paradero del metro, uno de ellos preguntó cuántas materias había reprobado en el semestre, pues en esas fechas ya habíamos hecho todos los exámenes finales. Pero no respondí. “te estoy hablando, ¡contesta!”, yo permanecía inmutable con mi casi extinta autoestima, “contéstame güey, ¿Cuántas reprobaste?”. Yo había decidido no pronunciar palabra alguna, pero debido al acoso de los amigos, quise que se sintieran mal, mostrándoles el daño que hacían con sus constantes burlas y humillaciones: “que, ¿ya puedo hablar?”. El tiro me salió por la culata, en vez de que recapacitaran, desaté nuevamente las burlas, ahora ya hasta me zapeaban. “Ya güey, para de succionar, ¿cuántas reprobaste?”. Sólo respondí “cinco”. Así es, había reprobado cinco de seis materias en el semestre, sumadas a las otras dos materias que debía del semestre pasado, estaba prácticamente condenado a salir de la institución. Mis padres algo sospechaban, habían amenazado unas semanas antes con sacarme de la escuela y tratarme como a un perro si me expulsaban de la escuela pública, pues ellos no me pagarían los estudios en una escuela privada, que es donde terminaban la mayoría de mis compañeros que no tenían el suficiente coeficiente intelectual y los cojones para terminar una ingeniería en el IPN, muchos terminaban en el ITESM, UDLA, UVM, La Salle, Unitec o cualquier otra universidad patito para maricas y transexuales..

Podría engañar a mis padres como lo había estado haciendo hasta ese momento, ellos pensaban que yo iba en cuarto semestre, pero en realidad ya había reprobado un año y solo iba en segundo. Podría pedirles diariamente mis $50.00 M.N. para ir a al escuela y seguir con la mentira, de esta manera no tendría problemas con ellos, por los menos por los próximos tres años, pero no tendría caso, estoy condenado a ser un bruto, así que esa misma noche decidí contarles toda la verdad.

Al día siguiente amanecí atado al árbol del patio trasero de la casa, con algunas costillas rotas, con los ojos morados y el alma desangrada. Apenas si logro recordar tanta cólera que habitaba en los ojos de mi padre al momento de propinarme la paliza cuando confesé que los había estado engañando. Así que de ahora en adelante sólo seremos mi árbol y yo.
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#Posted on Friday, 24 October 2008 at 6:51 PM

Edited on Saturday, 25 October 2008 at 8:54 AM

Breaking The Law.

Es tarde, tomo mi café y me saco el estrés de todo el día... un largo día. Excesiva tarea en inglés maifren, es lo que me agrada de esa materia, largas cátedras y discusiones interesantísimas sobre como afecta el alza del precio de la piel de cocodrilo a la economía peruana, y todo en inglés, me sirve para no oxidarme ya que hace tiempo que no lo practico. Por la mañana una acalorada discusión con mi jefe porque llegué 5 minutos tarde al trabajo, y al tipo no le importa que ayer me fui de la oficina casi a media noche por hacer su trabajo, en esos momentos es cuando me doy cuenta de cuánta razón tenía mi sabio padre cuando me decía “hijo, quita esa cara, porque como te ven te tratan”.

Y es que no es fácil pasar 8 horas al día en una oficina, para después correr a toda prisa para no llegar tarde a mis clases de la maestría. Así es, como ya se habrán dado cuenta trabajo y estudio la maestría al mismo tiempo. Soy un joven brillante, responsable y con muchas ganas de superarme. En la oficina varios colegas me dicen que soy muy inteligente (aunque yo tengo mis dudas) y que tengo un futuro prometedor. Vivo solo, soy independiente y tengo muchos planes y proyectos a largo plazo, por que me encanta el largo plazo. Aunque ahora todo en mi vida parece estar bien, sin problemas ni preocupaciones mayores, temo confesar que no siempre ha sido así. Hubo una etapa oscura en mi vida, un pasado vergonzoso, acciones en mi vida de las que ahora no me siento muy orgulloso. Si pudiera regresar en el tiempo y cambiar ese maldito pasado que atormenta mis sueños en la madrugada, juro que lo haría, sin duda alguna.

Todo comenzó cuando era apenas un niño, en la primaria todos mis compañeros se burlaban de mí, hacían mofa de mi parecido con Winni Poo. Todos, incluso las niñas me daban zapes cuando pasaban a mi lado. Las acusaciones con la maestra no servían de mucho, ya que cuando ella apenas abandonaba el aula, todos se juntaban para darme una contundente “pamba”. En una ocasión me armé de valor y respondí a cierta agresión de un niño, así que una manita de puerco yo le di. Me arrepentí enseguida, pues todos sus amigos acudieron en su rescate propinándome una paliza que hasta el día de hoy recuerdo, la cual me costó que se me cayera el último diente de leche que me quedaba. Cuando pasé a la secundaria las cosas no cambiaron mucho, por que en mi pueblo natal solo hay una primaria y una secundaria, de modo que los pocos que continuamos con los estudios pasamos juntos de escuela a escuela. En vez de mejorar, las cosas empeoraban, mis compañeros habían crecido y otros lograron embarnecer más que yo, aumentando la severidad en las tundas y castigos con los que se divertían a costa de mi sufrimiento. Yo pedía piedad, pero parecía que la crueldad adolescente solo se regocijaba al escuchar mis suplicas y llantos. Tres años de moretones y lágrimas, pero al fin salí vivo.

Un mañana de un domingo veraniego fui a la tienda de la esquina a comprar el periódico. Ansioso busqué la sección donde salían los resultados del IPN. Casi lloro de la emoción al ver que había sido aceptado en la Vocacional 2. Por fin iba a estudiar en una nueva escuela lejos de mi pueblo cohetero donde nadie me conocía y por ende el maltrato a mi persona iba a desaparecer. Me hice una promesa a mi mismo: nada volvería a ser como antes, las burlas y los golpes tenían que desaparecer.

Y así fue. Desde el primer día de clases el ambiente se sentía tranquilo, sin agresiones ni humillaciones, todos mis compañeros dedicaban mas energías a los estudios que a riñas y problemas, por fin sentía que encajaba. Todo era felicidad, pero había algo raro, algo que me dejaba inquieto: yo no estaba acostumbrado a encajar en ningún lado, el ser igual que mis nuevos compañeros estudiosos me incomodaba al grado que me esforcé en ser diferente. Aquí es donde empezó a nacer la mancha que ensució mi vida.

Me di cuenta que no podía vivir sin agresiones, si nadie me agredía, ahora tendría que ser yo el agresor. “Dios los hace y ellos se juntan” recordé aquella frase que mi madre decía (mi padre nunca lo dijo por que el no cree en Dios) cuando conocí me hice de amigos con las mismas inquietudes que yo. Inquietudes que se reflejaban cuando empezábamos a maltratar a nuestros demás compañeros.

Poco a poco nos fuimos haciendo de fama en la escuela, poniendo apodos a los demás alumnos, e incluso el más osado de nosotros puso una vez un apodo a una maestra, claro que nosotros nunca se le dijimos. Éramos tan populares que cada vez mas compañeros querían juntarse con nosotros para hacer fechorías, incluso inventamos un ritual de iniciación donde a los nuevos reclutas les propinábamos generosas pambas, aunque algunas veces teníamos que cuidar no excedernos en la fuerza del castigo por que algunos compañeros usaban lentes y se los podíamos romper. Une vez recuerdo, en la cafetería de la escuela, la señora que despachaba me dio tres pesos de más en el cambio por equivocación y no le dije, me quedé con el dinero extra, me sentía tan poderoso siendo todo un maleante. Al cabo de un año, cuando nuestro grupo de delincuencia organizada había crecido lo suficiente, (ya éramos unos seis o siete) disfrutábamos quitándole las manzanas a los demás compañeros que llevaban para desayunar en el receso, cuando llevaban tortas no se las quitábamos por que la mayoría tenían jamón, y nosotros éramos vegetarianos. Éramos tan malvados que ya nos empezaban a conocer como los porros de la Voca 2. En esa escuela el movimiento “porril” no existía en esa entonces, nosotros fuimos los pioneros, la tradición ha perdurado, al grado que ahora los porros en esa institución han crecido en proporciones inmensurables, al grado que deben ser unos doce a trece en estas fechas. Recorríamos la escuela atormentando a los demás, burlándonos de ellos cuando sacaban malas notas o tropezaban en las escaleras, yo siempre traía una grabadora en los hombros, con nuestro himno sonando a todo volumen: “Chico malo chico malo, que vas a hacer, que vas a hacer cuando vengan por ti”.

Mis malhechorías terminaron, gracias a Dios, el día que algún alumno le dijo a la maestra que le habíamos puesto un apodo. Ardido con nosotros por que seguramente nos tenía envidia de que nosotros si nos atrevíamos a sacar la bestia que traíamos dentro. Nos mandaron llamar a todos a la dirección, la maestra y el director nos pusieron una regañiza que hasta el día de hoy no logro olvidar. Incluso amenazaron con mandar llamar a nuestros padres si nuestra conducta no se enderezaba. Rápidamente entendí que el vandalismo no deja nada bueno, es un camino hacia la perdición, por lo que decidí no volver a juntarme con los porros de la Vocacional.

Y esa mis queridos amigos, es la historia de cómo se manchó mi vida, al emborracharme en las dulces mieles que da la delincuencia organizada, pero recuerden amiguitos, el crimen nunca paga...

By Ezze Osbourne.
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#Posted on Wednesday, 01 October 2008 at 8:50 PM

Edited on Wednesday, 01 October 2008 at 9:01 PM

Vivir de recuerdos

Que dificil es amar aun sin poder olvidar,
que dificil esta soledad que parece nunca acabar
que dificil es vivir de los recuerdos y ser ellos quienes
alimentan mi vida y volver a ser ellos mi mas fiel compañia.

Esta soledad me ata a tu vida y esta angustia parece
no tener salida, que dificil es tenerte lejos y no poder tocarte
que dificil es engañarme y tener que aparentar la felicidad
que dificil es mirar mi interior y ver mi alma vacia.

Que dificil es tener tu vida alejada de la mia pero vivo
de los recuerdos, recuerdos que no me dejan vivir.
A veces pregunto a las estrelllas el porque no estas aqui
pero todo fue una mentira y no queria ser yo el
unico que lo sabia y trate de descubrir lo que aun
desconocía y allí empezó el olvido, la soledad eterna
y mi angustia sin fin.

Allí empezó a latir mi corazón, a llorar mi sangre y
a abrirse las heridas. Allí me di cuenta que mi corazón
no encuentra la salida, pero aprendí a llorar tus lagrimas,
a reír tus risas y ver el lado positivo de mi vida y
aunque aun estes en mi mente y aunque me cueste olvidarte,
siempre estaras presente.

Gracias por hacerme sentir lo que nunca crei posible,
gracias por hacer de mi soledad mi mayor felicidad
Que dificil es decirte adios, que dificil es llorar solo,
que dificil es vivir sin tu amor, que dificil es esta
agustia que me ahoga.

Ahora, solo me queda vivir del ayer
y de los caminos que me enseñaste a recorrer
Estaras siempre en mi memoria aunque te sienta
lejos y el recuerdo más hermoso de esta historia
es vivir de tu recuerdo...

Poema escrito por el Richard a su balón del "Cruz Azul Campeon edicion limitada 1996" ahora ponchado
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#Posted on Monday, 08 September 2008 at 6:00 PM

Edited on Monday, 08 September 2008 at 6:20 PM

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